El último libro de la Biblia es incomparablemente hermoso en estilo, en simbolismo, en propósito y en significado. ¿Pudiéramos encontrar alguna obra literaria que exceda a la descripción majestuosa del Hijo del Hombre andando en medio de los siete candeleros de oro (Ap. 1:12–20), o una descripción más vívida y pintoresca que la del Cristo victorioso, llamado Fiel y Verdadero, sentado sobre un caballo blanco, vestido de una ropa teñida
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